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Texto: Brian Majlin |

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Pablo Katchadjian, escritor: “La literatura es útil de una manera misteriosa”

En un momento la conversación se detendrá por pedido del entrevistador, y Pablo Katchadjian, escritor y docente de la UBA y la UNA, un verdadero experimentador de las palabras que suele jugar en sus libros a ver qué pasa con ellos en el proceso de producción, dirá lo que diría cualquier ser normal: “Está todo bien, ¿necesitás algo?” No todos los días se tienen ataques de ansiedad, así que este ataque me roba el inicio de la nota. Pero eso sería al final, de todos modos, cuando ya fuéramos concluyendo y Pablo, divertido, dijera: “Me da pena por vos, pero esto se estaba poniendo bueno”. Antes no.

 

Cuando llegamos al bar, casi dos horas antes, Pablo esperaba comiendo medialunas y tomando a sorbos un café con leche. Miraba cada tanto hacia adelante, hacia el piso, y luego se tocaba el bigote. Al comenzar la charla todo parecía forzado al fracaso: un ansioso y un escritor sin ganas. Un escritor talentoso, prolífico, que ha publicado decenas de libros, que cuesta encasillarlo (poesía, novela, experimentación y toda la experiencia judicial de El Aleph Engordado y el juicio histórico que le ganó finalmente a María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges). Un escritor que ha dado entrevistas, pero que no es tan afecto a ellas. Un juego.

 

“Es un mal momento, no estoy escribiendo, estoy más tonto, menos sensible, digo cosas más divertidas en otro contexto y estoy más atento. Con la entrevista tenés dos opciones: darlas o no, pero en general son aburridas. No quiero ir contra tu trabajo, eh, pero la nota es como aburrida. El diálogo me gusta, pero el plan nota ya no. Como que es solo promoción, el título es promoción”, lanza sin anestesia.

 

-Bueno, acá un poco le escapamos, te llamamos antes de que Amado Señor quedara seleccionado en la lista corta de los cinco finalistas del premio Fundación Medifé FILBA…

 

-Sí, lo sé, si no ni siquiera te daba la nota. Además me dijeron que sos copado, pero ya veremos.

 

-Veremos…para empezar hablemos de Amado Señor, ¿qué es ese libro? Confieso que me costó entrar, no fue fácil…pero después es como un mantra que te lleva y seduce, te adormece y, a la vez, despierta, ¿a dónde va?

 

Esa es la pregunta, pero la respuesta no aparece. Pablo Katchadjian juega con las palabras y experimenta. Es su método, quizás:

 

“Hay que buscar la saturación, no el control. El estado ideal es ese: que no pase nada. Viene un entrevistador, se va, no pasa nada. Tuve etapas de decir que sí siempre, otras en las que no. Siempre está la posibilidad de que salga algo bueno, de última. Mile Davis, no sé si leíste su libro, era muy cruel: le preguntan algo y es como agresivo, y luego dulce, no sé, salen cosas buenas, pero es chispeante. Yo soy amable”.

 

-Tuve suerte…

 

-¿Qué es?, me preguntaste. Es un libro. Mi libro es un libro. Buen título: mi libro es un libro.

 

Mientras celebro el chiste, Pablo arremete: “Tiene que ver también con que cada vez que termino un libro me pasa de empezar a pensar el recorrido, ¿por qué estoy haciendo esto ahora? Y en una charla me preguntaban porque eran distintos entre sí los libros que había escrito, y para mí son medio iguales, como que van hacia lo mismo, se arman distinto, pero pensá en el anterior: son 3 cuentos, muy narrativos, y es de narrar, me dejó agotado, pero tiene como una disposición muy particular, y acá no quería hacer eso, y no fue un proyecto. A veces parece que mis libros son ideas, pero es al revés. Acá pasó que leí o escuché una carta y siempre me gustó la voz que le habla a algo que no está, y de ahí empezó a salir esa voz, como el padre de Kafka. Estaba pensando en esas cosas y anoté, Amado Señor, o no, no sé, capaz fue simplemente “Me preguntabas…” y dije, ah le estoy hablando a Dios o a una divinidad, y después pensé que no era Dios, y fue transformándose y el libro fue tomando forma. Capaz si no se corría de cartas a Dios no lo hacía el libro.

 

-Es una búsqueda…

 

-Se trata de buscar una experiencia. Algo intenso para mí. Y a veces pruebo cosas y eso no pasa. Cuando empieza a pasar, sigo. Y tengo la idea de que si es intensa para mí esa experiencia puede serlo para el lector.

 

-¿Pero pensás en el lector o vivís la experiencia al escribir?

 

-Debería decir que estoy viviendo, pero en realidad siempre está la imagen de que podía ser para el lector. Aunque nunca especulativo, simplemente en esa confianza de que si es intenso para mí puede valer la pena después para que alguien lo lea. Es algo que empieza a funcionar e incluye la idea de que después haya un lector.

 

-¿Y qué te significa la buena recepción y la posibilidad de un premio?

 

-Lo que a todos, bienvenido sea, pero no puedo incluirlo en el libro: está por fuera.

 

-¿Y por qué un equis libro recibe y otro no?

 

-Porque es novela y está tan al borde de no ser o de sí ser novela y tal vez eso lo puede hacer interesante.

 

-Capaz pensabas “con este la rompo”…

 

-No, ni pensaba en romperla ni en que no se leyera. Lo escribí y pensé ok, pasó algo. Pasan siempre cosas raras con los libros y nunca lo que pensás.

 

-Siempre se te asoció a la experimentación, ¿hay intención o sale?

 

-No hay ninguna intención de decir que quiero hacer este tipo de libros, pero experimentación está pegado a experiencia. Creo que si estás sensible a lo que te rodea lo que hacés tiene que ser en algún sentido medio novedoso. También uno podría decir que siempre es lo mismo lo que te rodea, pero desde chico siempre me interesaron las vanguardias, el punk, cosas que estaban ahí.

 

Pablo se queda callado unos minutos. Mira el grabador y mira el plato. Vuelve sobre sus palabras: “No sé. Todavía no arranqué, pero la cabeza está lenta por las medialunas”. Pablo ha escrito, entre otros libros, las novelas Qué hacer (2010), Gracias (2011), La libertad total (2017), muchos cuentos, poesía y algunos que directamente no son encasillables: en 2007 escribió El Martín Fierro ordenado alfabéticamente, en 2009 El Aleph Engordado, en 2012 La Cadena del Desánimo (hecho solo con titulares de diarios).

 

-Bueno, decías que la coyuntura impacta o la idea de captar una sensibilidad de época…

 

-En algunos libros mucho, como La Cadena del desánimo, que es como borrarse y entregarse de lleno a la coyuntura. Aunque no es la coyuntura, es eso de pensar en lo que te rodea. Si sos escritor pensás en eso, mínimos movimientos en la sensibilidad tuya, de los que te rodean.

 

-¿Y cuándo empezaste a sentirte escritor y que esa sensibilidad te atravesara?

 

-Eso es biografía, y no quiero repetirme, pero iba al colegio, escribía letras de la banda punk, luego poesía y nunca pensé que quería ser escritor. Yo quería ser músico. Pero es algo que terminó ocurriendo. Me gustaba, te tiene que gustar estar solo, mucho, hacer algo que no sabés si va a servir o no, si se va a mostrar.

 

-¿Qué es la escritura?

 

-Eso. Bah, eso es escribir, estar en la tuya probando, no saber si sirve, tolerando ansiedad, que no te dé ansiedad, que de excitación. Pero también hay otra cosa: hacer algo que tenga un sentido, que no sea literatura.

 

-¿Que no sea literatura?

 

-Que no esté en ningún lugar, que no venga a estar en ningún lugar. Que uno no sepa qué lugar va a tener.

 

-¿Pero hay algún sentido en un mundo tan productivista?

 

-Hace poco me empezó a gustar pensar que la literatura es muy útil. En el último libro que estoy trabajando el narrador lo dice: quiero que les sirva a ustedes. Hay algo ahí del género autoayuda y acá el narrador dice quiero que sea útil para el pueblo, pero no de autoayuda porque está bastardeada comercialmente. La literatura es útil de una manera misteriosa. La primera vez que vi un movimiento estético fue en la poesía: una sensibilidad que capta algo, leés y te permite entender el mundo que te rodea. Y entenderte a vos.

 

Pablo vuelve a frenarse. A rascarse la cabeza y a mirar el plato que ya no tiene medialunas. Pablo se riza el bigote, se ríe y avanza: “Estoy hablando muy desprolijo. Estoy diciendo cualquier cosa”.


“Es muy útil para un escritor ver cómo una época va moviendo cosas. Me interesó siempre el reaggaeton, su evolución con el trap, me gusta escuchar y entender qué están captando.”


-¿Esa utilidad no es muy minoritaria?

 

-Bueno, así funcionan las cosas, jaja. En la música es más difícil de ver cómo capta la sensibilidad de su época. En las palabras pareciera que uno pudiera conectar de otro modo.

 

-¿Y qué cosas te interesan de tu época?

 

-Cuando me preguntan cosas así se me pone un blanco. Onda, recomendame 5 discos.

 

-Llegó Miles Davis…puede ser cualquier cosa, te puede preocupar Milei…aunque no tiene que ser eso.

 

-Bueno, también me preocupa Milei, aunque estoy optimista y pienso que es efímero. Seguro me equivoco, porque dije eso de Bolsonaro y Trump y ya ves. La política es algo que siempre me interesa, estoy discutiendo, pensando, hablando con amigos. Fui a Sociales, eso te atraviesa, ¿no? Pero muchas otras cosas: música, cine. Las sensibilidades, pequeños cambios que veo en gente más joven y comparo con cómo era cuando yo era más chico. No soy disperso, me concentro bastante, pero, aunque suene tonto, soy bastante curioso. Si algo me interesa voy olfateando y puede ser algo mínimo y estar meses tratando de ver qué es. Es muy útil para un escritor ver cómo una época va moviendo cosas. El otro día vi a dos pibes vestidos de negro, parecían punks, en otra época no habrías dudado de que eran punks, y hablaban de modelos de negocio, eso me pareció muy loco. También me interesó siempre el reaggaeton, su evolución con el trap, me gusta escuchar y entender qué están captando. Es como una colaboración científica: mucha gente captando cosas. Como si leyeras papers, pero son trap, cumbia, un libro de poemas, una película. Series no veo.

 

-¿Por?

 

-Son televisión, en el peor sentido, te quieren llevar de la nariz, quieren que sientas determinada cosa en equis momento y mantenerte ahí, no sé. Igual seguro hay algo interesante que me pierdo, pero son muy largas. Y siendo seducido permanentemente: es medio pesado que te seduzcan tantas horas.

 

–¿Y en qué preferís ocupar tiempo?

 

-En películas, en música, hablar con amigos, escribir.

 

-¿Tenés un método de trabajo fijo?

 

-Tengo: cuando escribo un libro, escribo todos los días, y la vida arma el horario. Pero lo hago todos los días porque así lográs que tu cabeza se haga a la idea de que estás en algo y te tira resultados. Si dejás varios días, vas, volvés, tu cabeza nunca está ahí. Me gusta cuando tu cabeza está pensando todo el tiempo en eso y ves algo y pa, esto, y capaz no te habías dado cuenta de algo y aparece, es más inteligente que uno.

 

-Algo medio de iluminación…

 

-Sí, creo en eso. La hiperia, activación neuronal intensa, y las convulsiones, cuando el cuerpo decide parar porque descarriló. Un especialista, Javier García, dice que los místicos y artistas entrenan el cerebro para poder activarse hipericamente, pero es algo muy intenso, no podés conservarlo por mucho tiempo, pero ahí el cerebro ve cosas que sino no podrías.

 

-¿Y vos lo lográs cuando escribís todos los días?

 

-A veces, cuando estoy escribiendo, la escritura me llega, pero no podría todo el tiempo. Cuando estás trabajando todos los días es como que un grupo de neuronas están activadas para vos, para ese libro, las pusiste a trabajar, le diste instrucciones y ellas te marcan cosas que no ves. Y te sugieren cosas que no se te hubieran ocurrido. Es como que no sos vos. Sos responsable legal y estéticamente, pero no podés jactarte de todo lo que se hizo ahí. Algo como que te viniera.


“Me preocupa la poca tolerancia a la ambigüedad, en el debate público actual, sobre todo en las redes, no existe la ambigüedad y eso no me gusta.”


-¿De lo legal vas a decir algo?

 

-No, ya pasó y aprendí mucho de la Justicia. La experiencia fue mala, pero aprendí cómo funciona la Justicia penal y ahora sé un montón. Leo el diario y entiendo todo, de hecho dicen “imputaron a equis” y no significa nada. Ahora entiendo que solo es que van a investigar.

 

La charla se detiene entre sorbos de café y Pablo trata de dilucidar una respuesta para una pregunta bastante genérica sobre las preocupaciones de la época, ya no en términos de coyuntura, sino de movimientos o limitaciones para el arte. Pero no termina de conformarse con lo que dice, ensaya una y otra vez, pero frena y borra con la mano en el aire: “No, pará, eso no me preocupa, a lo sumo me ocupa un poco”.

 

-¿Te ocupa la cancelación?

 

-El problema es que todo lo que se diga sobre ese tema es una boludez, hay como una especie de bola de debate en público que no deja decir más que boludeces. Y por eso lo estoy trabajando en el próximo libro. Porque lo interesante de ponerlo ahí es que permite ponerlo en una ambigüedad que esquive al debate. Eso podría decir: me preocupa la poca tolerancia a la ambigüedad, en el debate público actual, sobre todo en las redes, no existe la ambigüedad y eso no me gusta.

 

-No jugas en las redes…

 

-No, siempre fui más reservado.


“El celular integró todos tus deseos como un monstruo, pero se convierte en una carga, como todo deseo cumplido (…) No solo satisface deseos, sino que se aprovecha de tus debilidades, se aprovecha de deseos oscuros propios, el deseo de anularse, de no estar haciendo nada.”


 

-Santiago Gerchunoff en Ironía ON hace una loa participativa de las redes…

 

-Tal vez tiene razón, no sé, no lo leí. El problema no son las redes sino quien las hizo, son unos empresarios que están pensando en ganar más dinero. Hace poco escribí un ensayito sobre los celulares, estoy pensando mucho en los celulares. Lindo título ese también: estoy pensando mucho en los celulares.

 

-A ver…

 

-Es que es una boludez. Estoy en un momento no sé, cómo…

 

-Tranqui…

 

-No estoy mal, eh, estoy bien. A ver, empecemos al revés, el otro día encontré en un rígido viejo un montón de canciones que hice hace mil años, que me llevaba mucho tiempo, me quedaba a la noche leyendo y haciendo música, no había celulares y la conexión a Internet no servía para mucho. Y ahora no haría eso, si tuviera esa edad estaría en Facebook o en Instagram y pensaba eso de los celulares. Veía una mamá con el cochecito y el bebé mirándole la cara o a un papá y la hija que le hablaba: lo que pensaba es esto: no es en contra de los celulares, trataba de pensar porque tenemos esa reacción ambigua: de fascinación, atracción muy fuerte y a la vez de rechazo, basta, lo dejo. Me interesa esa ambigüedad, porque donde veo ambigüedad hay movimiento. Hay algo así como general y eso me hacía pensar que de chico existía el deseo de varias cosas separadas, llamabas al o la que te gustaba y te atendía equis persona, estabas en la calle y decías “cómo me gustaría una cámara para registrar esto”, y en una fiesta “ay, como me gustaría pasar mi música”. El celular integró todos tus deseos como un monstruo, pero se convierte en una carga, como todo deseo cumplido.

 

-¿Es culpa del deseo humano?

 

-De algún modo uno es responsable de ese primer deseo de poder llamar y avisar de una tardanza o donde está, pero nadie puede ser culpable por estos celulares, porque nadie tuvo este deseo de todo este monstruo. Acá no solo satisface deseos, sino que se aprovecha de tus debilidades, se aprovecha de deseos oscuros propios, el deseo de anularse, de no estar haciendo nada. Como el fuego, como el agua, como las pantallas: cambia pero no cambia nada.

 

-¿Y hasta ahí llegaste? Es interesante…

 

-Y después pensé que este ensayo no iba a ningún lado, pero leí un artículo científico sobre la capacidad de cooperación de los cuervos, que cuando encuentran comida la comparten. Los evolucionistas lo analizaban pensando en porqué les convenía, y otros dijeron: ¿por qué no pensarlo en términos de balance de bienestar colectivo? Y ahí pensé: el problema es que los celulares no aportan al bienestar colectivo, se crearon en un mundo de competencia, destrucción de rivales, de estar por encima, los hicieron los científicos evolucionistas. Ese es el problema: desde donde vienen, el problema no es nuestro, se aprovechan de un deseo oscuro. Y el arte trabaja de una manera parecida: ilumina deseos oscuros, pero no lo hace para aprovecharse de vos. Te enriquece.

 

-¿Y ahí si opera lo del balance de bienestar colectivo?

 

-Sí, claro. Capaz ahí leés algo que te deja saber algo más de vos y del mundo. Hay balance de bienestar colectivo, iluminación de deseos oscuros a favor del que es iluminado, la utilidad de la que hablamos antes.

 

-Pablo, me vas a disculpar, pero me está dando un ataque de ansiedad y vamos a tener que frenar. 

 

 

-Está todo bien, ¿necesitás algo?

 

 

-Frenar.

 

 

-Me da pena por vos, pero esto se estaba poniendo bueno.

 

 

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17/05/2024