maria-moreno-me-interesa-la-fuerza-performatica-de-la-protesta

Texto: Walter Lezcano | Fotos: Nora Lezano

Compartir:

María Moreno: "Me interesa la fuerza performática de la protesta"

Entrevista realizada en julio de 2020.

 

Hace un tiempo, en esa otra vida que se vivía en los complejos años setenta, la periodista María Moreno se educaba en los bares de Capital Federal, y ahora mismo está dirigiendo el prestigioso Museo del Libro y de la Lengua. ¿Cómo interpretar, entonces, ese viaje que va de las mesas de café y alcohol y redacciones notables, a estar al frente de una institución gubernamental que es un pilar de la Cultura?

 

En principio, María Moreno es portadora de una voz extraordinaria que hizo circular en la crónica (un género que renovó totalmente), la novela (El affaire Skeffington), la no ficción (El petiso orejudo, La comuna de Buenos Aires, Banco a la sombra y Oración, por nombrar algunos), la crítica literaria (Subrayados), la entrevista (Vida de vivos) e incluso en la edición (Enrique Raab. Periodismo todoterreno), y se volvió reconocible luego de un largo recorrido en el campo cultural argentino. Se creó un espacio para poder habitar y desde ahí generar vasos comunicantes con el planeta tierra. Y en esa relación con el entorno se fueron acercando cada vez más ojos hacia su trabajo, su modo de observar la realidad y se imantaron con su mood.

 

Para continuar. Algo sucedió con la memoir Black Out (Penguin Random House, 2017) donde María Moreno repasa sus años, digamos, salvajes y algunos amigos (Norberto Soares y C. E. Feiling, entre otros) que la acompañaron en ese momento de su vida. Ganó el Premio de la Crítica al Mejor Libro Argentino de Creación Literaria y se vendió mucho. Pero lo que ella hizo en ese libro es lo mismo que venía haciendo desde siempre: conquistar una voz, un estilo, y desde ese posicionamiento relatar, contarnos su mundo o, mejor, cómo lo percibe su retina. Entonces, ¿qué es esa voz? Fácil de decir y difícil de hacer: es una construcción literaria que enloquece todo lo que toca (queda claro que María no es borgeana). Y en ese abordaje: una verdad –muy personal- se vislumbra y emerge.

 

Para seguir. La vinculación de María Moreno con las disidencias de género y con el feminismo es histórica. Es decir, forma parte de su política de trabajo el hecho de ocuparse del modo en el que ciertos cuerpos son tratados y la manera en la que desarrollan su existencia en contextos determinados que pueden ser vistos como opresores para algunas vidas que quieren escapar de la rutina. En ese sentido, la lectura de Panfleto. Erótica y Feminismo (Literatura Random House) y Loquibambia. Sexo e insurgencia (Ediciones Universidad Diego Portales), sus últimos dos libros publicados, dan cuenta de un hecho irrefutable y simple pero cada vez más difuso en la niebla caótica del presente: periodismo es visibilizar realidades que el Poder (ahí donde se encuentre) quiere ocultar, oprimir, callar.

 

Para terminar. Si María Moreno –no hay que olvidar que este apellido es un alias y una apropiación, todo un signo a decodificar- ahora ocupa un cargo público es para continuar con un deseo que puede enunciarse de esta forma: intervenir lo real desde todos los flancos posibles.   

 

-Se cumplen 5 años del primer acto de Ni Una Menos. Estuviste ahí. ¿Qué recuerdos son los primeros que te vienen a la mente de ese día y de lo que fue sucediendo después en nuestro país? 

-Creo la memoria no funciona así. No siempre se recuerda lo más “recordable” y sí un detalle que nos resultó significativo. Y probablemente al año recordaba otra cosa diferente de lo que recuerdo ahora. Vos contás con mi presencia en el acto. Yo no estoy tan segura. ¡Tendría que llamar a testigos! Y es porque, no sólo no soy una activista, sino porque creo que mi intervención siempre ha sido a través de la prensa, incluso, durante muchos años abriendo espacios para los feminismos disfrazados de “suplementos femeninos”. Pero me acuerdo de la primera plaza del Ni Una menos, que fue un jardín en marzo de 2015, en el Museo del libro y de la lengua, de la Maratón de lectura contra el femicidio. Recuerdo el silencio entre lectura y lectura, un duelo colectivo, la conmovedora presencia de los padres de Wanda Taddei. De las palabras nuevas de la militancia: Tortilleras, trans, coger… Todos bautismos políticos. Me sorprendiste con pedir que recordara la primera plaza grande. Pero fíjate que es el testigo ocular el que, a menudo, recuerda menos. Me encanta esa parte de Operación masacre en que Walsh interroga a los sobrevivientes de los fusilamientos y no se pueden poner de acuerdo en qué orden los bajaron del camión en el descampado de José león Suárez.  


"Falta un debate sobre prostitución menos polarizado, ninguna verdad (¿es violencia o trabajo sexual?) es por sí o por no.  Pienso que las leyes y programas para disidentes sexuales deberían ser más debatidos con los involucrados".


 

–Cómo te sentiste viendo que algo que venías abordando desde hacía tanto tiempo fue prendiendo y filtrándose en otras generaciones?

–Sería demasiado narcisista pensarlo de ese modo. La Historia te demuestra que la prospectiva lleva a la desilusión o a leer lo que ya se esperaba encontrar. No puedo hacer una genealogía simple entre los feminismos de los setenta a los de estos días. Su legado proviene más bien de diversos movimientos sociales como HIJOS, las organizaciones populares, las asambleas del 2001, los feminismos como corrientes radicales dentro de los partidos de izquierda. Los feminismos de los setenta tuvieron un fuerte eje de la psicología y en el plano de las leyes –la ley de divorcio, la de Patria Potestad Compartida vienen de ahí–, hubo en muchos casos una tardía articulación con los derechos humanos. Los grupos lésbicos como tales no eran visibles y durante el comienzo de la democracia hubo una rápida institucionalización que, en cierto modo, cooptó procesos más colectivos. En los ochenta fue interesante la creación de los Estudios de género y ahí hay que rescatar nombres como Delfina Muschietti, Nora Domínguez, Mónica Tarducci que formaron académicas que hoy están mucho más articuladas que entonces en la lucha de calles.

 

 

-Llegado a este punto del 2020, ¿qué cosas sentís que ampliamente se lograron con el Ni Una Menos y cuáles son algunos de los desafíos hacia adelante?

–Se logró que ya no haya vuelta atrás y un consenso bastante amplio de los feminismos populares, anticapitalistas, antirracistas y transfeministas. La ley de aborto seguro, libre y gratuito va a salir. Personalmente me interesa la fuerza performática de la protesta, pero a menudo veo un cierto desfasaje entre lo que se enuncia y las políticas concretas como si enunciar constituyera ya una acción política. Y falta un debate sobre prostitución menos polarizado, ninguna verdad (¿es violencia o trabajo sexual?) es por sí o por no.  Y pienso que las leyes y programas para disidentes sexuales deberían ser más debatidos con los involucrados.


"La repercusión que tuvo Black Out mostró que a menudo los lectores que no son de la parroquia tienen menos prejuicios populistas".


 

–Teniendo en cuenta la repercusión que tuvo, ¿cómo ves, ahora que pasó el tiempo, a Black out dentro del corpus de tu obra?

–Muchos lectores de Black out no habían leído nada de lo que yo había escrito. Me sentí vengada ya que se suele decir que lo que escribo tiene una lectura difícil y la llegada que tuvo el libro mostró que a menudo los lectores que no son de la parroquia tienen menos prejuicios populistas. Creo que es un libro que tiene hinchada separada: la de los lectores de los personajes a los que rindo homenaje, los que aún respetan y con razón modos de intervención intelectual hoy extintas, los que sueñan con alguna forma mítica de los setenta y los alcohólicos que somos pueblo.

 

–Me resultó muy bello que tu siguiente libro fuera Oración. ¿Por qué sacarlo en ese momento? ¿A qué respondió meterte en ese momento con ese tema?

–Este libro estuvo primero que todos. Toda tu pregunta tiene los términos indicadores de que resultó inesperado: “meterte en ese momento con ese tema”. Se supone que yo escribo de Otra política; la de los disidentes sexuales, la de las mujeres o que, en el espacio de la política específica, hablaría desde afuera de lo que realmente contaría: la experiencia de mi generación en términos de un compromiso radical que se convirtió en la derrota de un proyecto revolucionario y donde la instalación de una dictadura cuyo objetivo final era la aniquilación, volvió urgente dar cuenta de la figura del desaparecido y del sobreviviente. El mercado crea estereotipos y la mujer que escribe sobre sadomasoquismo no podría ser la que trabaje 20 años sobre un texto de un escritor militante, el testimonio y la desaparición. Del mismo modo que tuve que recopilar Panfleto para que no se invisibilizara el tiempo que trabajé sobre los feminismos nacionales. De Oración tuve lecturas muy agudas en Latinoamérica. Acá, salvo maravillosas excepciones “el gorilaje extrañao me miró sin comprender”. Oración trata de los derechos del testimonio a separarse de lo fáctico y contar con las figuras de la ficción, sobre cómo el arte y la literatura fueron fundamentales para sobrevivir o para vivir en una dimensión que en cautiverio escapaba a la economía concentracionaria: allí donde el Otro no está.

 

–En Panfleto, Erótica y Feminismos recopilaste 40 años de trabajo en relación al feminismo. ¿Qué sensaciones tuviste durante el trabajo de selección de los textos?

–Qué fui pasando de un feminismo de la diferencia -medio filosófico y muy marcado por el estilo- a otro más político y de intervención crítica.

 

 –En ese sentido, ¿qué tipo de periodista eras cuando empezaste y cómo te sentís en la actualidad?

–Nunca me sentí periodista y no lo digo sin vergüenza; mis investigaciones tienen el tiempo del ensayo laico. El auge de la crónica me dio una coartada, en gran parte promocionada por Ricardo Piglia, para ubicar qué hago, aunque sólo trabajé en territorio para Oración. Aparte de la entrevista que es un género que me apasiona.

 


"Aceptar la dirección del Museo del Libro y de la Lengua fue la oportunidad de dejar de regar mi jardín narcisista".


 

–Acaba de salir Loquibambia. Y lo leí muy en relación a Panfleto porque amplía ese campo de batalla. ¿Lo ves como un bloque de intervención política?

–Jajaja esta es la típica pregunta que es una hipótesis del entrevistador. Probala.

 

–¿Dudaste en tomar el cargo en el Museo de la lengua o aceptaste en seguida?

–¿Pensaron que Loquibambia no se iba a venir a una institución? Fue la oportunidad de dejar de regar mi jardín narcisista: aunque me ocupara de los que ahora sintetizan como “vulnerables”, lo hice siempre embriagada por las fintas de mi estilo. Ahora paso a hacer una tarea política con otres, a foguear la imaginación en una tarea pública.

 

–¿Qué te pareció la repercusión que hubo cuando asumiste?

–Me emocionó y me puso paranoica: todo apoyo suele tener una dosis enorme de equívoco. Luego pensé que quizás algunes se sintieran representades por mí en ese espacio y lo viví como una gran responsabilidad.

 

–¿Qué te gustaría lograr en tu gestión, cuáles son tus objetivos primordiales? 

–Mostrar la historia material del libro y la incidencia de la técnica en las políticas de prensa, convertir el Museo en un espacio de debate de los feminismos y las disidencias sexuales.

 

–¿Qué tendrías para decirle a lxs jóvenes que están estudiando periodismo ahora mismo?

–Que lean a Marx, a Freud, a Mariátegui, a Perón y a Simone de Beauvoir, los textos teóricos feministas producidos en Francia, Italia, Inglaterra y EEUU en los 70, los de afrofeminismo, a Silvia Federici, Rita Segato, a María Pía López y todo lo que puedan de ficción.  ¡Que no lean periodismo!  

 

 

 

Comentarios

|

01/05/2024